Cuando sucede la mala jugada del destino y se pierde a un bebé, es un momento muy doloroso, y no se puede negar que es una pérdida que será irremplazable. Es mucho más difícil de aceptar la muerte de un bebé, ya que es él quien se supone que comienza con la vida y es el indicado para empezar a vivir y no todo lo contrario.
Por este motivo se nos hace mucho más duro y difícil de aceptar que la vida nos quite a un ser tan pequeño e indefenso, quien no ha vivido aún nada en su vida. La pérdida de un hijo significa para los padres la pérdida de una vida, de un futuro, de un sueño, y mucho más. Eso va más allá de si la muerte se produce por aborto espontáneo, por muerte apenas nace en el parto, o por otras causas.
No se puede poner en escala de importancia cuándo es más dolorosa la pérdida, si es cuando se produce un aborto espontáneo o cuando el niño nace muerto, porque en ambos casos es el dolor inmenso y no depende del momento en particular sino de que es el mismo dolor real en cualquier caso.
Se debe aceptar el dolor de los padres porque están en todo su derecho de sentir la pérdida y de realizar el duelo que ellos consideren necesario, sabiendo que cada persona es diferente y por ende, tomará ese dolor y lo vivirá de un modo diferente.
Es el respeto y el apoyo lo que permite ayudar a estas personas que pasan por ese momento tan particular y duro. No dejen de estar ahí para apoyarlos y ellos buscarán consuelo en brazos de gente cercana y amiga.